lunes, mayo 29, 2006

Ernesto

Que no volverás. Lo sé.

Que me alegro de ello, sí, me alegro de no volver a saber de ti.

Hoy, he abierto esta tapa del contenedor en que he vaciado desde hace algunos meses toda esa basura radiactiva que me causaba tanto daño.

Hoy, año y medio de no verte, quiero dedicarte unas palabras. ¿Una despedida? No sé si llamarle así puesto que esa despedida se dio en aquel 20 de noviembre del 2004.

Fue en aquel día que decidí romper las cadenas que me ataban a ti. En que decidí liberar mi cariño y mi bolsillo de ti.

Sí, fue una decisión que debí tomar desde muchos años antes. Antes de que tu influencia me obligara a llevar a cabo todos aquellos actos deleznables de los cuales hoy asumo la total responsabilidad.

Hoy, ya no me reprocho el haberte tolerado tantos años. Lo único que hago es felicitarme por finalmente haber tomado esa decisión aún a costa de mi propia estabilidad emocional.

¿Sabes? Fue lo mejor que pude haber hecho. Hoy lo sé porque, desde esta barrera de objetividad que me brinda el ya no amarte más, me doy cuenta que NUNCA signifiqué nada para ti.

Pero lo peor es que me doy cuenta la clase de mierda que eres. No, tú no mereces ser llamado “ser humano”. Eres una aberración a nuestra especie. Eres una quimera con disfraz de humano.

Hoy, en lontananza, puedo, con mente serena y alejado ya de cualesquier sentimiento hacia ti, soy capaz de decir que triunfé al vencer tu enorme y negativa influencia en mi vida.

Esos cuatro años a tu lado son los peores de mi vida. Pero incluso de los males se aprende. O, mejor dicho, de ellos se aprende más. Porque después de haberte conocido créeme que estoy preparado contra todo lo peor que la vida me pueda deparar. Después de ti, todo lo demás es primavera…

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