A casi un año de haber escrito por última ocasión en este blog, regreso para dejar plasmados los pensamientos de este ser que, aún en el otoño de su existencia, tiene la capacidad de mirar objetivamente hacia su interior y hacer los cambios necesarios para reorientar esta existencia hacia un puerto más factible.
Como mera referencia, dejaré constancia de que los primeros cuatro meses de este año han sido de los peores que había vivido desde aquel fatídico 11 de junio del 2001. En esta ocasión nuevamente fui presa del destino y caí vertiginosamente en ese inexcrutable abismo llamado Depresión. Las consecuencidas han sido devastadoras; pero..., al igual que lo he hecho durante toda mi vida, nuevamente me he demostrado que soy mucho más fuerte que esos nubarrones que oscurecen mi existencia.
Erróneamente llegué a pensar que estaba eternamente vacunado contra ese terrible mal y lo último que se me ocurrió es que nuevamente caería inexorablemente en ese pozo sin fondo. Hoy, después de meses de tratamientos farmacológicos y químicos, estoy nuevamente de pie.
Lo más difícil es ahora. Porque estoy cierto que una de las causas de esa caída fue la maldita soledad que me rodea. La falta de un objetivo lo suficientemente importante para mí para poder utilizarlo como égida contra esas tempestades.
Lo trascendente desde luego es que sigo vivo y que quiero seguir viviendo. Necesito mucho de mí mismo para salir de este abismo.
La pregunta perenne es: ¿Lo lograré?
Como mera referencia, dejaré constancia de que los primeros cuatro meses de este año han sido de los peores que había vivido desde aquel fatídico 11 de junio del 2001. En esta ocasión nuevamente fui presa del destino y caí vertiginosamente en ese inexcrutable abismo llamado Depresión. Las consecuencidas han sido devastadoras; pero..., al igual que lo he hecho durante toda mi vida, nuevamente me he demostrado que soy mucho más fuerte que esos nubarrones que oscurecen mi existencia.
Erróneamente llegué a pensar que estaba eternamente vacunado contra ese terrible mal y lo último que se me ocurrió es que nuevamente caería inexorablemente en ese pozo sin fondo. Hoy, después de meses de tratamientos farmacológicos y químicos, estoy nuevamente de pie.
Lo más difícil es ahora. Porque estoy cierto que una de las causas de esa caída fue la maldita soledad que me rodea. La falta de un objetivo lo suficientemente importante para mí para poder utilizarlo como égida contra esas tempestades.
Lo trascendente desde luego es que sigo vivo y que quiero seguir viviendo. Necesito mucho de mí mismo para salir de este abismo.
La pregunta perenne es: ¿Lo lograré?
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