Domingo por la noche, noche tibia, noche serena en la que sólo falta la luna llena. La presencia de un astro que durante décadas ha tenido un significado tan profundo e inefable en mi vida.
Sentado hoy, frente a la computadora, con la mente llena de ilusiones, llena de momentos, no puedo evitar que los recuerdos, cual un ejército de hormigas, se amontonen en mis derredores.
Como en toda circunstancia, los hay buenos y los hay muy dolorosos.
Sin embargo, no dejo que pasen a formar parte de mi estado de ánimo, simplemente los dejo que hagan presencia, pero sin deformar mi realidad. Máxime que hoy mi realidad está impregnada de un sentimiento dulce y tierno dirigido a un pequeño ser que hoy, en lontanza quizás también sienta esta necesidad de complicidad, de cercanía.
Aquel pequeño angel que es, sin embargo, enorme el espacio que ocupa en mis mientes, ha sido la égida con la que me he protegido de los embates de la vida, que cotidianamente asestan golpes a diestra y siniestra, queriendo derrumbar una existencia que, pienso yo, aún tiene mucha razón de ser.
Hoy, a hora y media de que termine este domingo, quiero elevar un pensamiento a mi pequeño Eber, a ese ser que trascendido más allá de lo que hubiera podido imaginar y cuya presencia hoy añoro.
Mi excelso amanecer, vibra junto a mí por esta noche. Surca con presteza el espacio que nos separa y ven a reposar tu cálido rostro junto al mío. Acércame a tu corazón como lo hago yo hoy contigo.
Sentado hoy, frente a la computadora, con la mente llena de ilusiones, llena de momentos, no puedo evitar que los recuerdos, cual un ejército de hormigas, se amontonen en mis derredores.
Como en toda circunstancia, los hay buenos y los hay muy dolorosos.
Sin embargo, no dejo que pasen a formar parte de mi estado de ánimo, simplemente los dejo que hagan presencia, pero sin deformar mi realidad. Máxime que hoy mi realidad está impregnada de un sentimiento dulce y tierno dirigido a un pequeño ser que hoy, en lontanza quizás también sienta esta necesidad de complicidad, de cercanía.
Aquel pequeño angel que es, sin embargo, enorme el espacio que ocupa en mis mientes, ha sido la égida con la que me he protegido de los embates de la vida, que cotidianamente asestan golpes a diestra y siniestra, queriendo derrumbar una existencia que, pienso yo, aún tiene mucha razón de ser.
Hoy, a hora y media de que termine este domingo, quiero elevar un pensamiento a mi pequeño Eber, a ese ser que trascendido más allá de lo que hubiera podido imaginar y cuya presencia hoy añoro.
Mi excelso amanecer, vibra junto a mí por esta noche. Surca con presteza el espacio que nos separa y ven a reposar tu cálido rostro junto al mío. Acércame a tu corazón como lo hago yo hoy contigo.
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