lunes, julio 10, 2006

Gaudeamus, Ígitur, Iúvenes Dum Sumus!

A pesar de los inconvenientes que lo cotidiano de la vida coloca delante de ésta, la vida de un ser humano, es menester mantener firme la égida que ha permitido que, con todo en contra, haya podido llegar hasta donde me encuentro hoy.
Inútil resultaría hacer aquí una luenga explicación de aquellos vericuetos por los que he transitado a lo largo de los años; baste con apuntar que no soy ya un estulto jovenzuelo a quien cualquier insulso podía colocar en la antesala de la depresión.
Ese ser murió el 13 de diciembre del 2005.
Hoy, esta ave fénix, no sólo resurgió de sus propias cenizas, sino que con esta resurrección trajo la experiencia de un ser que, desgraciadamente quedó muerto en la sala de operaciones de un hospital X.
Hoy, este ser, es una persona hambrienta de conocimiento, de placer, de intención por disfrutar todos y cada uno de los días que de vida le queden. Una persona para quien los pequeños detalles de la vida no son ya un obstáculo para continuar en la búsqueda de su propia realización como ser pensante.
Sí, estoy cierto que hay días y momentos en que, como cualquier ser humano, llego a cuestionarme la razón última de permanecer en este piélago de pirañas, pero, contrario a lo que ocurriera en el pasado, hoy puedo mirar de frente a la Soledad, la de gélidos dedos, y tengo la osadía de reírme frente a ella, de hacer caso omiso de su opresión, de su manía de permanecer a mi lado con porfía.
Hoy..., que la vida no me sonríe, quiero decir:
¡Gaudeamus, Ígitur, Iúvenes Dum Sumus!

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