Hace algunos años, había en este mundo un ser humano, como tantos otros, que vivía su existencia de manera rutinaria; el continuo devenir de los días no traía consigo ninguna novedad, ninguna nueva flor en su jardín, ninguna nueva estrella que brillara en su lóbrego horizonte.
Su lánguida mirada se posaba con indiferencia sobre el transcurrir de los días cual si fueran las escenas de una aburrida película.
¿Tenía esperanzas?
No.
¿Estaba enamorado?
Tampoco.
¿Qué le motivaba a vivir?
Simplemente vivía porque su corazón se negaba a detenerse; si éste hubiera latido a voluntad de su dueño, seguramente haría mucho tiempo atrás que se hubiera detenido.
Era esta una existencia sin sentido.
Corría el año de 2002...
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