Sumido en las lóbregas cavernas de esta soledad que me aprisiona, busco con porfía aquella ráfaga de luz que otrora iluminaba mi universo. La siento que rutila allá, en lontananza, pero sin acercarse a mi entorno.
¿Es que acaso nunca más volveré a sentir el cálido abrazo de un suspiro? ¿Será esta lerdo caminar sólo una sucesión infinita de pasos que conducen a la vacuidad de una existencia estéril? No, no lo siento así. Mi naturaleza se rebela ante tal posibilidad. No en vano he surgido, cual un ave fénix, de mis propias cenizas. Y aunque cierto estoy que no he superado aún todas estas cuitas que me abruman, tengo la certeza que será a través de esa inmensa capacidad de recuperación que poseo que pronto estaré en posibilidades de poder mirar de frente a Fáctum y decirle: "Héme aquí, presto a tus servicios, ¡oh maldito siempre!"
Hoy, en que el paso veloz de las manillas del reloj me acerca de manera inexcrutable a esta nueva etapa, quiero decir que... a pesar de todo, ¡tengo esperanzas!
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