Hasta hace algunos años pensaba y creía que el "enamorarse" era una percepción sentimental que quedaba por completo fuera del control por la parte racional de nuestro cerebro.
Hoy, y debido a ciertos circunstanciales, puedo decir, sin temor a errar que Enamorarse es una decisión propia, hecha de manera casi siempre conciente, a la que no le damos el peso adecuado en su momento para razonar que el hecho de enamorarse no estriba ni en cupido, ni en el "amor a primera vista". Este sentimiento lo llevamos a cabo por elección y por decisiones plenamente concientes, aunque casi siempre nos negamos a percibir este hecho como tal.
¿A qué viene esto?
Pues simple y llanamente a que en muchas ocasiones sufrimos por culpa de "un amor no correspondido". En mi caso, he cometido garrafales pifias debido a que creí, en su momento, que el amor había surgido como una mera consecuencia de sentimientos compartidos. Y culpé a terceros por no enamorarse de mí, cuando la decisión de ese enamoramiento cayó siempre en mí, no en esas terceras personas.
Cuántas ocasiones no ocurre que culpamos al ser amado porque no nos corresponde en ese sentimiento con la intensidad con que lo hacemos. Cuántas ocasiones no nos embriagamos, lloramos y berreamos porque ese ser no es capaz de amarnos.
Y nunca, por lo menos en mi caso en ese pasado, me senté a analizar que si bien yo había decidido enamorarse de esa persona, él no lo había querido así, ¿por qué culparlo de algo que él no había elegido entonces?
Claro, para llegar a esta pequeña conclusión me ha sido necesario dejar en el camino una buena parte de mi propio ser. Pero ha valido la pena, porque así como en el pasado decidiera enamorarme de ciertas personas, hoy tengo la capacidad de poder decirle "no" a ese sentimiento tan poco comprendido en el ambiente gay.
Motivo de una próxima reflexión será mis comentarios con respecto a lo que he conocido, visto y convivido dentro de este ambiente.