lunes, octubre 13, 2008

Carl Sagan, Como Padre


Me encontré con esta maravillosa entrada en el blog "Historias de la Ciencia"; llamado "Carl Sagan según su hijo". Que es la traducción del artículo colocado en el Blog de su Hijo, Nick Sagan por él mismo y que lo tituló: "Recuerdos De Mi Padre".

El artículo es maravillosamente bello, emotivo y cautivamente, ya que en él podemos no sólo conocer al Ser Humano que era Carl Sagan, sino además el profundo cariño y respeto que sembró en sus hijos.

Al leer el artículo, no pude evitar que se me formara un nudo en la garganta. Y es que cuando se llega a conocer tanto a un Genio como lo era Sagan, siempre es sorprendente encontrar evidencias de que no sólo fue un maravilloso divulgador de la Ciencia, sino que todas las preocupaciones, sentimientos y maravillas que describe en sus libros los sembró también en aquellos que tuvieron el privilegio de convivir de cerca con él, en este caso particular, Nick Sagan, hijo de su primer matrimonio.

Bien, sin más preámbulos, dejo aquí un par de párrafos que me fascinaron, y para no caer en el "copy & past" dejo el link para poder leer el artículo completo tanto en español como el original en inglés.

Cuando curioseo por la blogosfera, encuentro muchos recuerdos maravillosos sobre mi padre. He pasado todo el día leyendo lo que él significaba para la gente, la manera en que les inspiró para aprender sobre ciencia y sobre el pensamiento crítico o cómo les indujo a un viaje de descubrimiento del Universo. Es enormemente emotivo, y siempre estaré agradecido por ello. Para esta entrada de mi blog no hablaré sobre sus muchos éxitos científicos o sobre todo lo bueno que hizo por este mundo –hay otras personas que hablan de ello más elocuentemente de lo que yo jamás podría hacer jamás-. En vez de eso, voy a compartir recuerdos de mi padre con ustedes. Él significó muchas cosas para mucha gente, pero también fue mi padre y quiero que conozcas al hombre que yo conocí.
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A menudo era invitado a hablar en algún evento, y recuerdo sentarme junto a él y verle ordenar sus pensamientos en momentos de tranquilidad antes de salir a escena. Tomaba pequeñas notas en una tarjeta. Solo una o dos palabras sobre cada tema que quería tratar. Armado con esas notas, salía a escena y cautivaba a la audiencia. Nunca un momento aburrido, nunca un momento en el que estuviese fuera de lugar o perdiese el hilo de lo que decía. Como niño, a veces pensaba en él como un traductor o un descifrador de códigos. ¿Cómo podía transformar meros fragmentos en esas impresionantes e inspiradoras ideas?
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Me ayudaba intensamente. Incluso en momentos en los que le preocupé –dejando la universidad, por ejemplo– su confianza en mi nunca disminuyó. Le recuerdo siempre cuidando de mí. Al mismo tiempo, era cuidadoso en no ayudarme demasiado. No quería que me echase a perder, y quería asegurarse de que yo fuese capaz de conseguir mis metas por mí mismo sin el mas mínimo ápice de nepotismo. Cuando miro hacia atrás, siento una gran admiración por cómo lo hizo.
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Hacía ruidos realmente curiosos. Su risa era explosiva y desinhibida. Era el tipo de risa que te hacía sentir bien sólo por hacerle reír. Sus estornudos eran atronadores. Y de vez en cuando hablaba a los animales en su lengua nativa. Las veces que vimos delfines, les saludaba con una razonable aproximación del idioma del delfín. De vez en cuando le respondían. No tengo ni idea de qué se estaban diciendo. Pero mi sonido favorito de todos era el que hacía cuando se acercaba a algo nuevo e interesante, alguna idea o posibilidad que le impresionase o alguna manera nueva de ver las cosas. Era una especie de “aaaah”. Uno de mis mejores momentos: estábamos viendo mi primer episodio de Star Trek “Attached” y al cabo de unos minutos hizo ese sonido, girándose hacia mi con una sonrisa cegadora y diciéndome: “¡Está muy bien!” Y así continuó durante toda la serie. Amaba totalmente lo que yo hacía. Esa sensación de auténtico disfrute aún esta conmigo, un sentimiento de aprobación y respeto que atesoro como ninguna otra cosa.
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uando hablábamos sobre cómo sería el mundo dentro de 25, 50 o quizás 100 años, decía que era consciente de que habría graves dificultades y retos por delante, pero también creía que todos estaríamos dispuestos a afrontar la tarea. Creía en el ingenio humano y en la compasión, en pensamientos a largo plazo y no a corto plazo, en poner nuestras numerosas diferencias a un lado. Creía en un mañana mejor. Creía en nosotros.
Como reflexión final, soy una persona convencida de que las enseñanzas de Carl Sagan no quedaron circunscritas al terreno científico. Y aunque sería imposible hacer un compendio de todos sus logros, lo que sí es cierto es que fue un Ser Humano, con mayúsculas, completo y que su legado quedará por siempre en la mente de quienes hemos tenido el privilegio de leer sus obras y adentrarnos de su mano en el fascinante mundo de la Ciencia.

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